Tengo miedo te confieso. Sonrío al escuchar tu risa.
Se prende el switch en mi cerebro.
De niño me gustaba encender y apagar las luces de mi casa. Algunas tardes me paseaba encendiendo y apagando las luces una y otra vez. Si el foco se quemaba era aún mejor.
Me gustaba jugar con los cables y alguna vez me quedé pegado al soquet de mi lámpara.
Aún recuerdo ver las cosas a mi alrededor con ese halo de luz mientras gritaba.
Tiempo después le cogí el gusto a caminar a oscuras. Me despertaba de madrugada y caminaba a oscuras.
Me sentaba en el patio, subía a la azotea a ver el cielo sin estrellas de mi ciudad. Si fijaba la mirada en el horizonte podía sentirme envuelto por la niebla.
Se enciende, se apaga, así eras tú.
Ahora me gustan las luces apagadas, estamos con el switch apagado y así me gusta más.