sábado, 25 de diciembre de 2010

Metalenguaje

Hay días en los que hablamos mucho pero nos decimos poco. En otros hablamos poco pero nos decimos mucho. Pero nunca o casi nunca, dejamos de hablar. Es raro. No me pasa con muchas personas, por lo general no me siento cómodo con otras personas a mi alrededor.
El bocadillo de media mañana, el cigarrillo de rigor, las pastillas para el dolor de cabeza (o de panza), las compras para la casa, ir a pagar recibos, lo que sea, siempre es buen motivo para verte y hablar contigo.
Hace no poco que te conozco, hemos hablado algunas veces de ese momento, tú no lo recuerdas pero yo si creo recordarlo. Sonríes y te sientes halagada cuando te lo cuento una y otra vez.
Me gusta pasar tiempo contigo, hablar contigo y que me hables, escucharte y que me escuches, contarte mis cosas y que cuentes las tuyas. Contrastamos mis hipótesis con la realidad, contrastamos las tuyas también. Me hablas de películas que nunca he visto pero que debería ver, más no sé si las veré algún día. Te hablo de libros que nunca has leído, más no se si los leerás algún día.
Somos muy parecidos pero a la vez muy diferentes, tenemos puntos de vista opuestos en temas álgidos. Sin embargo, nunca hemos discutido agriamente sobre esos asuntos. Somos bastante intolerantes, pero no nos peleamos.
Esto no tiene lógica por donde lo miremos, pero definitivamente no es una ficción. Ni tú finges, ni yo finjo que nos llevamos bien. Mi hipótesis es que nos comunicamos en otro nivel, usamos un metalenguaje. Mas no sé las reglas de ese metalenguaje. Ya hablaremos de eso la próxima vez que vayamos a dar una vuelta.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El hombre misterioso

Nunca estarás solo en la puja. Tú crees que estás solo, te confías, le cuentas a tus amigos de tu victoria inminente. Pobre iluso de ti.
Estás detrás de ella, mensajes, mails, llamadas diurnas y nocturnas, cafés, idas al cine. Utilizas todo tu arsenal, muestras tu mejor cara. Te muestras sensible pero a la vez distante (para que no se crea dices), te muestras simpático y empático.
Juegas todas tus cartas en venderle lo que (crees que) ella quiere comprar.
No te das cuenta de que este no es un juego de dos, nunca lo fue. No quieres verlo. Te niegas a creerlo.
Quizás él debería llamarse Julio César, por el "Vini, vidi, vinci". No tiene rostro, tampoco nombre ni lugar de origen.
Si eres perspicaz, te habrás dado cuenta de que no es el amigo que la llama cuando está contigo, tampoco es el compañero de trabajo con el que se toma sus cafés mañaneros ni el ex que siempre la está rondando.
Sólo ella y su confidente saben de él. Tú eres el amiguito lindo y él el hombre misterioso que llega, hace lo que tú no haces y se va con rumbo desconocido.

martes, 21 de diciembre de 2010

Llámalo amor si quieres...

El casi imperceptible sonido de tus ronquidos rompe de cuando en cuando el silencio en tu cuarto. El sueño me vence y duermo como tú. Me despierto sobresaltado y te olfateo el cuello en un intento de guardar tu aroma en mi memoria.
No es la primera vez, ni tampoco será la última, que estemos tan cerca, pero nunca he podido preservar los olores en mi memoria. Sólo sé que hueles rico y que tu olor me atrae.
Apenas te veo en medio de la oscuridad casi total, la escena es la del sueño que te conté. Sonríes porque mis besos te hacen cosquillas. No me afeito los domingos.
Me abrazas y te acurrucas, estás fría aunque estás tapada todo el tiempo. Te abrazo y te digo que te quiero. Yo también dices.
No es la primera vez que nos lo decimos, ni tampoco será la última.
Te vuelves a dormir y yo también me vuelvo a dormir, despierto y es tiempo de irme. Me visto con pesadez por el sueño.
Camino a mi casa, fumo un cigarrillo y pienso en si escuchaste cuando murmuré si querías que me quede esa noche. Pienso en si te lo dije o lo soñé. Pienso en tu sonrisa al despedirnos. Pienso en la próxima vez que nos veremos.