Nunca estarás solo en la puja. Tú crees que estás solo, te confías, le cuentas a tus amigos de tu victoria inminente. Pobre iluso de ti.
Estás detrás de ella, mensajes, mails, llamadas diurnas y nocturnas, cafés, idas al cine. Utilizas todo tu arsenal, muestras tu mejor cara. Te muestras sensible pero a la vez distante (para que no se crea dices), te muestras simpático y empático.
Juegas todas tus cartas en venderle lo que (crees que) ella quiere comprar.
No te das cuenta de que este no es un juego de dos, nunca lo fue. No quieres verlo. Te niegas a creerlo.
Quizás él debería llamarse Julio César, por el "Vini, vidi, vinci". No tiene rostro, tampoco nombre ni lugar de origen.
Si eres perspicaz, te habrás dado cuenta de que no es el amigo que la llama cuando está contigo, tampoco es el compañero de trabajo con el que se toma sus cafés mañaneros ni el ex que siempre la está rondando.
Sólo ella y su confidente saben de él. Tú eres el amiguito lindo y él el hombre misterioso que llega, hace lo que tú no haces y se va con rumbo desconocido.
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