Cada vez que llego a la casa me pides que te cargue, me abrazas muy fuerte y me pides que no te baje.
Te ríes cuando te hago cosquillas al comenzar a olerte. Quiero guardar tu olor en mi memoria.
Desde que naciste me gusta olerte, cuando recién naciste te hacía dormir sobre mi pecho.
En las madrugadas me levantaba a cambiarte, darte tu biberón y hacerte dormir. Me gustaba hacerlo, sentir tu pequeño cuerpo tibio, escuchar tus gorjeos, mecerte hasta que te duermas. No lo sabías, o quizás si, pero teníamos una ruta. Atravesábamos la sala y la cocina en sentido antihorario, dábamos vueltas un aproximado de 40 minutos.
Cuando te sentía profundamente dormida, te llevaba a tu cuna que estaba en el cuarto contiguo al mío. Verte dormir tan plácidamente me hacía sentir paz interior y el amor más grande que puedo ofrecer. Me quedaba parado al pie de tu cuna para observarte dormir. Sólo eso, verte dormir.
Te prometí que nunca nos separaríamos, pero lo hice. Algún día me reclamarás la promesa incumplida. Me reclamarás por qué me fui si te quiero tanto.
Porque te quiero tanto me fui, no quise que tengas como padre al hombre en que me estaba convirtiendo. No quise que veas peleas, no quise que veas mi peor versión.
Cuando regresé a la casa de mis padres, vestí a un peluche con tu ropa para sentir tu olor. Por mucho tiempo me seguía levantando de madrugada a la hora que me tocaba cambiarte, darte tu biberón y mecerte.
Pensaba en si tu mamá lo haría, recordaba que ella no te podía hacer dormir y me dejaba esa tarea a mí.
Eres lo mejor que me pasó en la vida. Quizás tenga otros hijos, pero ninguno será como tú. Tú eres la primera, nunca habrá otra como tú. Te pareces y no te pareces a mí. Para mí eres perfecta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario