miércoles, 31 de agosto de 2011

Al diablo

Podría decirse que no tengo un mal trabajo, estoy dentro de los estándares de un trabajo de clase media en mi país. Tengo una hija que depende de mí. Sin embargo, quiero renunciar y largar todo.
No tengo ni idea de qué voy a hacer si abandono ese trabajo, sólo tengo claro que no me gusta. Y no sé si esto es suficiente razón para mandar todo al diablo.
Que no me guste es algo válido, es un trabajo aburrido. Veo números todo el día. Mis clientes son trabajadores como yo. Insatisfechos, pero con la obligación de sonreir aunque estén de un humor de perros.
Últimamente me cuestiono muchos aspectos de mi vida. El trabajo es uno de ellos, no sé para qué sirve lo que hago. Tampoco para qué sirvo yo y si lo que sé, lo podría utilizar en otro trabajo mejor.
No sé lo que me gusta hacer, no sé a lo qué me gustaría dedicarme. No tengo, o mejor dicho, no creo que tenga alternativas.
Desde la carrera que escogí estudiar que fue casi al azar y basada en evadir los cursos que no me gustaban, me he pasado mi vida laboral deambulando.
Acepté el primer puesto de trabajo que me ofrecieron. Era bastante malo, pero podía ganar un buen dinero. No contaba con que me es insoportable relacionarme con personas desconocidas y venderles lo que sea. Me costó tortuosos tres años cambiar de perfil laboral a lo que hago ahora.
No me puedo concentrar, aunque mi trabajo requiere de concentración, divago desde la mañana hasta la noche. Tal como lo hacía durante el colegio y la universidad.
Sé que puedo hacer más que escribir textos sin sentido para el resto pero no logro saber qué es eso más.

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