En mi familia respiramos fútbol todo el tiempo. Mi papá, un jugador que se resiste al retiro, me enseñó dos cosas en la vida: que el fútbol es como la vida y que en una cancha todo puede pasar como pasa también en la vida.
Me gusta mucho el fútbol, sólo hay un equipo al que le tengo lealtad absoluta, pero le tengo simpatía a algunos equipos de países diferentes al mío y sigo sus campañas a la distancia (aunque en estos tiempos de fácil acceso a la información ya no es tan complicado como a mediados de los 80 e inicios de los 90).
Uno de estos equipos es Boca Juniors, lo sigo desde antes de que se pusiera de moda a nivel latinoamericano. Recuerdo que de chico esperaba con avidez que llegue a mi casa el Gráfico con las (escasas por entonces) victorias xeneizes. Leía sobre las últimas locuras de Gatti, las excentricidades del Mono Navarro Montoya, las jugadas del Chino Tapia, Jorge Comas, Blas Giunta, el Manteca Martínez, Diego Latorre y del Beto Márcico.
Algún tiempo después llegaron Caniggia, Cagna, retornó Maradona y comenzaron los problemas en la familia. Pues nunca antes me había podido imaginar tener un hermano hincha de River. Al igual que yo, él también leía con avidez el Gráfico pero él tenía sus propios ídolos, diferentes a los míos por cierto. El Príncipe Enzo Francescoli, el Burrito Ortega, el Muñeco Gallardo, Hernán Crespo, Roberto Ayala, Germán Adrián Ramón Burgos, el Negro Astrada, Juanpi Sorín, el Pelado Almeyda y el Mencho Ramón Medina Bello.
Siempre fuiste mejor jugador que yo y si hubiéramos jugado en el mismo equipo tú hubieras sido Francescoli y yo el Negro Astrada. O tu Riquelme y yo el Vasco Arruabarrena.
Te recuerdo alto y flaco, gambeteando con clase a los rivales siempre con la mirada arriba, un altivo caballero en la cancha. Como el gran Enzo.
Viví contigo la Copa del 96. Después de dejar atrás al Sporting Cristal, San Lorenzo y U de Chile, sufrimos la derrota en Cali y gritamos con furia los goles de Crespo en el Monumental aquella lejana noche de junio. Un recibimiento espectacular al equipo de la banda y un 2-0 inobjetable para desatar la locura. Ver al Enzo alzar la Copa Libertadores me hizo sentir feliz por ti. Y dentro de mi corazón futbolero no podía dejar de hacerle lugar a la admiración a tan notable jugador.
Hace unas semanas sufriste el descenso, yo también lo sentí contigo a la distancia, a pesar de que ya se veía venir. Los jugadores y dirigentes actuales por respeto a Angelito Labruna, el Charro Moreno, Adolfito Pedernera, el Pipo Rossi, Ermindo Daniel Onega, el Beto Alonso y el Príncipe Enzo Francescoli no debieron dejar que River se vaya a la B. Pero no hicieron nada por evitarlo, cegados por la soberbia.
Espero que solo sea un hasta luego al eterno rival, ya no juego fútbol con mi hermano hace mucho tiempo pero ambos esperamos con ansias volver a enfrentarnos y tras el pitazo final darnos un fuerte abrazo.
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