viernes, 17 de febrero de 2012

Eterno retorno

Me gusta leer a Nietzsche. La primera vez que lo vi aún no sabía leer de corrido, pero me intrigaba saber quién era ese hombre de enorme bigote y ojos desorbitados.

Esa imagen ejercía una atracción irresistible para mí, volví a buscarla en una vieja enciclopedia muchas veces, pensaba que cuando creciera, llevaría un bigote de ese tipo (pero nunca me creció muy tupido el bigote). Presentía que él tenía algo que decirme, algo muy importante, pero en ese momento aún no sabía qué era.

Nietzsche. Eterno retorno. Todo suceso se repite infinitamente.
Acontecimientos, pensamientos, sentimientos, ideas.
Vagas nociones, vagas ideas vienen a mi cabeza.
Me pregunto que si de volver a vivir mi vida, haría las mismas elecciones y tomaría las mismas decisiones.

Hablé por teléfono contigo hace unas semanas, era tarde por la noche. Como hace mucho tiempo no lo hacíamos hablamos durante más de dos horas.
No lo recuerdo bien, pero hablamos de todo un poco, como es habitual entre nosotros.
En algún momento tocamos nuestra reconciliación, te extrañé mucho durante el tiempo que no te vi. Extrañé tus labios dulces, tu nariz y manos frías, tus grandes ojos, tu olor y tu sabor.
Recuerdo cuando días antes me dijiste sólo sé que no quiero no ser parte de tu vida y que una palabra mía podía cambiar las cosas. Lo mismo pensé de ti. Y lo hicimos.
Vocación tanática murmuro. Pienso en voz alta como tantas veces me pasa cuando hablo contigo.
Eso dije que es la razón por la que te quiero tanto, no te gustó que dijera eso (si hubiera sabido que significaba, te colgaba en el acto me dijiste).
No es la primera vez que siento que la pulsión de muerte Freudiana, me acompaña siempre.
Es una vieja compañera mía. A veces está más cerca, a veces está más lejos.
Algunas veces eres pulsión de muerte, la mayoría de veces pulsión de vida. Nunca me eres indiferente.
Regreso a ti y estoy en una fase de pulsión de vida. ¿Eterno retorno o retorno eterno?
No lo sé, pero no puede ser malo si se siente tan bien.

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