Es muy tarde, o mejor dicho las primeras horas de un día de trabajo cualquiera.
Pero no importa, no nos hemos visto hace semanas. Una vez más, estamos distanciados.
Sin embargo, me extrañas y te extraño, como cada vez que nos distanciamos.
El péndulo se mueve de un extremo al otro. Heráclito dijo que lo único permanente es el cambio, pero en nuestro caso, esta situación permanece constante.
Después de hablar hasta la madrugada de anoche, me confiesas que esperabas que fuera a tu casa. Te confesé que lo había pensado pero que no me animé porque estábamos distanciados.
¿Me prometes que mañana nos vemos? me preguntas al despedirnos, así que aquí estoy cumpliendo mi promesa.
Nos abrazamos con fuerza apenas cruzo la puerta pero una impertinente llamada a mi celular nos interrumpe.
No llegó a ser una situación privilegiada, pero si podría ser un signo anunciador pienso.
Conversamos largo rato sentados en tu gran sofá, no sé tú pero casi casi me siento feliz.
Estamos bien, estamos juntos, saboreo tus dulces labios con cada beso, observo tus huesudos pies. No puedes creer que me gusten, igual que tampoco puedes creer que me gustan tus manos.
Tantas cosas por decir, tanto tiempo lejos de ti. Hoy es otro día, es un día diferente.
¿Podremos romper hoy el maleficio que nos persigue? ¿Ésta vez lo haremos funcionar?
Un nuevo intento pienso, uno más, pero hoy es un día diferente.
Nunca, nunca te he sentido tan cerca de mí, nunca te he sentido más mía.
¿Será posible un nuevo intento?
No hay comentarios:
Publicar un comentario