jueves, 11 de octubre de 2012

Switch

Tengo miedo te confieso. Sonrío al escuchar tu risa.
Se prende el switch en mi cerebro.
De niño me gustaba encender y apagar las luces de mi casa. Algunas tardes me paseaba encendiendo y apagando las luces una y otra vez. Si el foco se quemaba era aún mejor.
Me gustaba jugar con los cables y alguna vez me quedé pegado al soquet de mi lámpara.
Aún recuerdo ver las cosas a mi alrededor con ese halo de luz mientras gritaba.
Tiempo después le cogí el gusto a caminar a oscuras. Me despertaba de madrugada y caminaba a oscuras.
Me sentaba en el patio, subía a la azotea a ver el cielo sin estrellas de mi ciudad. Si fijaba la mirada en el horizonte podía sentirme envuelto por la niebla.
Se enciende, se apaga, así eras tú.
Ahora me gustan las luces apagadas, estamos con el switch apagado y así me gusta más.

viernes, 31 de agosto de 2012

Sísifo

Hace tiempo que me viene a la mente Sísifo y su eterno castigo, del que no recuerdo si tenía alguna forma de escapar.
Según el mito, Sísifo fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio. Una y otra vez, por toda la eternidad.
No recuerdo el motivo que haya ameritado tal castigo, sólo recuerdo la desazón que me produjo la primera vez que oí ese mito.
La desazón de saber que haces un enorme esfuerzo en vano, como muchas de las cosas que he tenido que hacer en mi vida.
Voluntaria o involuntariamente hacemos enormes esfuerzos en vano, lo peor es que lo hacemos aún a sabiendas.
Inventamos razones si no las hay, creemos engañarnos y engañar al resto, pero al menos por mi parte, en la mayoría de los casos no le encuentro mayor sentido a eso.
Quizás el sentido sea ocupar nuestro tiempo y mantenernos distraídos de lo verdaderamente importante o porque no es fácil ponernos a pensar en si nuestras vidas tienen realmente algún sentido.

domingo, 13 de mayo de 2012

Deja vú

Deja vú o deja vecú.
No me queda clara la diferencia.
Hay días en los que estás a mi lado y siento que viajo al pasado.
Puedo sentir tu pequeño cuerpo, tu nariz y manos frías, escucho tus tenues ronquidos y de rato en rato tu voz entrecortada hablando incoherencias. Siento que he estado recostado en esta cama antes. Quizás tú no eras tú, quizás yo no era yo.
Hay días en los que siento que nuestra conversación es repetida.
Hay días en los que ya no sé si eso me gusta, ya no sé si eso nos gusta.

domingo, 8 de abril de 2012

Lluvia

Salgo a pasear, aunque habían anunciado lluvia en la televisión.
Estoy lejos de casa y tengo frío, pero quiero llegar a los bosques de P. para caminar sin rumbo como tanto me gusta.
Siento unas gotas caer y en unos minutos tengo la ropa (y  los pies) mojados.
No me importa mojarme, me gusta la lluvia.
Camino por un rato bajo ella, mientras otras personas usan sus paraguas y corren a guarecerse dentro de algún negocio abierto.
Parado en el vestíbulo de un hotel veo caer la lluvia y el granizo, la lluvia me recuerda a ti.
Lluvia. Impredecible y melancólica. Así como eres tú.

jueves, 23 de febrero de 2012

Un nuevo intento

Es muy tarde, o mejor dicho las primeras horas de un día de trabajo cualquiera.
Pero no importa, no nos hemos visto hace semanas. Una vez más, estamos distanciados.
Sin embargo, me extrañas y te extraño, como cada vez que nos distanciamos.
El péndulo se mueve de un extremo al otro. Heráclito dijo que lo único permanente es el cambio, pero en nuestro caso, esta situación permanece constante.
Después de hablar hasta la madrugada de anoche, me confiesas que esperabas que fuera a tu casa. Te confesé que lo había pensado pero que no me animé porque estábamos distanciados.
¿Me prometes que mañana nos vemos? me preguntas al despedirnos, así que aquí estoy cumpliendo mi promesa.
Nos abrazamos con fuerza apenas cruzo la puerta pero una impertinente llamada a mi celular nos interrumpe.
No llegó a ser una situación privilegiada, pero si podría ser un signo anunciador pienso.
Conversamos largo rato sentados en tu gran sofá, no sé tú pero casi casi me siento feliz.
Estamos bien, estamos juntos, saboreo tus dulces labios con cada beso, observo tus huesudos pies. No puedes creer que me gusten, igual que tampoco puedes creer que me gustan tus manos.
Tantas cosas por decir, tanto tiempo lejos de ti. Hoy es otro día, es un día diferente.
¿Podremos romper hoy el maleficio que nos persigue? ¿Ésta vez lo haremos funcionar?
Un nuevo intento pienso, uno más, pero hoy es un día diferente.
Nunca, nunca te he sentido tan cerca de mí, nunca te he sentido más mía.
¿Será posible un nuevo intento?

viernes, 17 de febrero de 2012

Eterno retorno

Me gusta leer a Nietzsche. La primera vez que lo vi aún no sabía leer de corrido, pero me intrigaba saber quién era ese hombre de enorme bigote y ojos desorbitados.

Esa imagen ejercía una atracción irresistible para mí, volví a buscarla en una vieja enciclopedia muchas veces, pensaba que cuando creciera, llevaría un bigote de ese tipo (pero nunca me creció muy tupido el bigote). Presentía que él tenía algo que decirme, algo muy importante, pero en ese momento aún no sabía qué era.

Nietzsche. Eterno retorno. Todo suceso se repite infinitamente.
Acontecimientos, pensamientos, sentimientos, ideas.
Vagas nociones, vagas ideas vienen a mi cabeza.
Me pregunto que si de volver a vivir mi vida, haría las mismas elecciones y tomaría las mismas decisiones.

Hablé por teléfono contigo hace unas semanas, era tarde por la noche. Como hace mucho tiempo no lo hacíamos hablamos durante más de dos horas.
No lo recuerdo bien, pero hablamos de todo un poco, como es habitual entre nosotros.
En algún momento tocamos nuestra reconciliación, te extrañé mucho durante el tiempo que no te vi. Extrañé tus labios dulces, tu nariz y manos frías, tus grandes ojos, tu olor y tu sabor.
Recuerdo cuando días antes me dijiste sólo sé que no quiero no ser parte de tu vida y que una palabra mía podía cambiar las cosas. Lo mismo pensé de ti. Y lo hicimos.
Vocación tanática murmuro. Pienso en voz alta como tantas veces me pasa cuando hablo contigo.
Eso dije que es la razón por la que te quiero tanto, no te gustó que dijera eso (si hubiera sabido que significaba, te colgaba en el acto me dijiste).
No es la primera vez que siento que la pulsión de muerte Freudiana, me acompaña siempre.
Es una vieja compañera mía. A veces está más cerca, a veces está más lejos.
Algunas veces eres pulsión de muerte, la mayoría de veces pulsión de vida. Nunca me eres indiferente.
Regreso a ti y estoy en una fase de pulsión de vida. ¿Eterno retorno o retorno eterno?
No lo sé, pero no puede ser malo si se siente tan bien.

Santos Rotos

Vivo en un país de mayoría católica pero fui educado bajo el credo de una minoría protestante.
Estás guardando adornos y vas a botar a la basura un crucifijo, yo te pregunto si eso es pecado.
No hay problema, está roto dices. Pero es un crucifijo respondo.
Me haces sentir culpable, ya no lo voy a botar. Yo nada más preguntaba te digo.
Te cuento que hace varios años leí un libro en el que se hacía un análisis sociológico de la historia de un culto no oficial a una especie de santa.
Te cuento que ella era muy pobre y que fue enterrada en una fosa común donde también se acostumbraba enterrar santos rotos, imágenes quebradas y cualquier ícono religioso dañado.
Es por eso que te pregunto si es que se considera pecado botar a la basura una imagen rota. Ante la duda la guardas junto con otros adornos dentro de una gran caja de embalaje.
Semanas después, volvemos a tocar este episodio. Pero no era una imagen bendita, era un recuerdo de un velorio, es como un recuerdo de bautizo o matrimonio. No es propiamente un crucifijo, no lleva la inscripción INRI (Iesu Nazarenus Rex Iudaeum).
Si lo ves así, no sería pecado botarla a la basura.
Ya ves me dices, yo solo preguntaba te respondí.
Vivimos en pecado, pero nos ocupamos de este tipo de asuntos pienso sonriendo frente a la computadora de mi trabajo.
Nuestras almas están perdidas pensamos y me das tu definición de alma. No estamos de acuerdo, felizmente.
Una cosa lleva a la otra, esa es una de las principales razones por las que te quiero.

Pluma

Hoy me contaste que te gusta escribir con pluma, es curioso. Ambos sabemos que nos gusta escribir, que tenemos cuadernos pero nunca habíamos hablado de con qué nos gusta escribir.
De niño una de las cosas que más me gustaba de mi papá eran sus finos lapiceros.
Peleaba con mis hermanas por obtener su lapicero. Me sentía grande y poderoso utilizando su lapicero, me sentía como él o mejor dicho como yo lo veía a él entonces.
Sentía que podía llevar con honor y estilo su nombre y apellido (como la mayoría de hijos varones llevo su nombre).
Mi papá es un hombre afable y divertido, sin embargo, de niño me invadía una mezcla de temor reverencial y su ascendencia me hacía sentir avasallado. Lo paradójico de esto, es que él nunca quiso transmitírmelo.
Compartimos el gusto por los lapiceros finos, hacia el final de mi etapa escolar recibí uno de los regalos que aún atesoro: una pluma que había sido de mi hermana mayor.
Con esa pluma escribí mis cuadernos y exámenes universitarios, con esa pluma escribí mis primeras historias, mis primeros bosquejos de cuentos, mis aventuras y desventuras.
Como te dije hoy, igual que tú, yo no creo que cualquiera pueda escribir con una pluma, pero además siento que una pluma tiene una fuerza propia. Estoy seguro que esos escritos me trascenderán (lo que no significa necesariamente que quien los lea los considere trascendentes), no se van a despintar con el olvido, me van a sobrevivir.
Ahora esa pluma está rota, ya no escribo a mano hace buen tiempo. Un lapicero común no danza sobre el papel, no deja ver la fuerza con la que escribiste, no deja ver si cayeron lágrimas, no tiene fuerza ni personalidad propia.
Necesito una nueva pluma que se mueva grácilmente al son de mi mano, ha pasado mucho tiempo y extraño escribir con mi pluma en ese viejo cuaderno.

jueves, 9 de febrero de 2012

Meg Ryan

Mega Ryan. La diva de las comedias románticas.
Estamos en la sala de tu ex casa, hay una gran ruma de DVD en el mueble de laTV, miro que películas tienes. El 80% no las he visto, el 10% me las has contado y del resto algo he oído.
Cojo la caja de La Prueba de Dios, me cuentas la trama. Espero que termines y te digo, esto es un dejavú, esto ya lo hemos vivido, ¿cierto? De esta película ya te había hablado me respondes. Entonces recuerdo la primera vez que me hablaste de esa película, fumábamos un cigarrillo al aire libre en un lugar al que no volveremos.
Te cuento que hay series y películas que nunca veré porque el común de sus seguidores me despierta antipatía. De solo ver a los tipo que se ponen orejas en punta y se hacen el horrendo peinado del Dr. Spock (¿así se escribe?), no me quedan ganas de ver nada relacionado a Viaje a las Estrellas.
Lo mismo me pasa con La Guerra de las Galaxias, no he visto los Episodios 1, 2 y 3. De niño vi partes de los 4, 5 y 6. Una de las personas que me es más antipática, es fanática de esa saga. No puedo verla sin imaginarla con el maquillaje de Seth (el tipo cara pintada roja y negra) ni soportando sus estúpidas conversaciones durante los almuerzos de un antiguo trabajo mío.
Lo mismo me pasa con Friends y Two and a Half Men. No soporto verlas. Pero me gusta que me cuentes de las series que ves como Big Bang Theory y Old Christine. Por lo que cuentas no me parecen malas y porque te quiero no puedo detestarlas a priori.
En un momento de la conversación te recuerdo que te toca escoger qué película veremos la próxima vez que vayamos al cine.
Sonrío cuando me dices que aunque no lo parezca, te gustan las comedias románticas. Hay varias de ellas en la ruma de cajas de DVD. Algunas las he visto, las que se estrenaron durante el tiempo en que vivía con mi esposa.
Sonrío otra vez cuando me dices que no podrías ver una comedia romántica conmigo, porque me voy a burlar todo el tiempo y te repetiré a cada rato "es un típica película yanqui" o "siempre vendiendo el estilo de vida yanqui". Si, soy anti "american way of life" por llamarlo del mismo modo que ellos.
Te respondo que al igual que tú, aunque no lo parezca, yo también he visto algunas comedias románticas y hasta las he disfrutado.
No, no puede ser me dices. Si, las de Meg Ryan respondo sin pensar. A ver dime qué películas de ella has visto.
Me pones en aprietos, pero respongo que me gustaron Tienes un email con Tom Hanks, Cuando Harry conoce a Sally con un tipo barbón y una que actúa también con Tom Hanks en la que ellos se encuentran en el último piso del Empire State.
Ya, pero faltan más me retrucas. Me quedo mudo unos momentos, no sé que más decir. Se me vienen a la mente Letra y Música y 50 Primeras Citas pero esas son con Drew Barrymore.
Finalmente te digo, pucha he visto cincuenta películas en mi vida (contando las tres de El Padrino, las cinco de Rocky y las tres Rambo), pero te he mencionado tres comedias románticas. Las comedias románticas componen el 6% te digo,  estadísticamente el 6% es una cantidad no despreciable sentencio fingiendo seguridad.
Ayer te dije que me gusta ver películas contigo, es cierto, pero más me gusta, que ir al cine o ver una película contigo es uno de los gags que le dan un toque especial a nuestra relación.

Mudanza (La Vida es Sueño)

Es tarde y recibo un mensaje tuyo que dice ¿a qué hora vas a venir? Estuviste molesta conmigo esa tarde, pero molesta de juego. Sabes que me gusta molestarte y que tus labios me saben más dulces cuando estás molesta.
Un rato después, recibo otro en el que me preguntas si le temo a las arañas (la verdad que no, no les temo).
Termino lo que tenía que hacer y te llamo.
Escucho tu voz agobiada, tengo ganas de llorar dices. ¿Quieres que vaya a ayudarte? te pregunto. Estoy listo para salir remarco. Es tarde por la noche y estoy cansado, pero te digo que en quince minutos estoy en tu casa.
Parto a la carrera, me detengo en una estación de servicio y te compro la gaseosa que me pediste y tu golosina favorita.
Llego y todo está revuelto, cajas a medio llenar de enseres y adornos, rumas de periódicos para envolverlos. Me paseo por la sala, el comedor, la cocina y el dormitorio.
Te doy un fuerte abrazo y un beso, estoy de mal humor dices. No importa te contesto.
No te has dado cuenta pero observo atentamente los detalles de cada ambiente, ésta será la última vez que entre es esta casa. Esta casa que guarda historias nuestras. No te lo digo pero siento que también me mudo.
Hay tres arañas que tienes que matar me dices y me sacas del ensimismamiento en el que estoy. Me quito las zapatillas y mato dos. La tercera se escapa pero no por mucho tiempo porque también morirá aplastada por mi zapatilla derecha.
Entonces, era cierto que no le tienes miedo a las arañas dices. Claro que no les tengo miedo respondo.
Armo tres grandes cajas de cartón que compraste en una casa comercial, después que termino comienzas a guardar en ellas los libros de tu estante. Hojeas tus diarios, algunos por última vez, te veo en silencio. Es un momento tuyo y lo respeto.
Me enseñas los set list de conciertos de uno de nuestros grupos favoritos, están de la p*** madre te digo, estos si los tienes que conservar (me agrada poder decir groserías delante tuyo).
Pienso en que por alguna ilógica razón que aún no determino, nunca hemos asistido juntos a algún concierto de ese grupo. Ya habrá oportunidad me digo a mí mismo.
Hojeo libros de autores del siglo de oro español. No los leo desde el colegio.
¡Ay, mísero de mí, ay infelice! leo en voz alta y me dices no te burles oye. No me estoy burlando te respondo. La Vida es Sueño si me gusta, añado.
Paso las páginas hasta encontrar el pasaje que quiero leer:
Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba de unas yerbas que comía.
¿Habrá otro —entre sí decía— más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo que iba otro sabio
cogiendo las hojas que él arrojó.
Lo leo en voz alta y te digo este es el pasaje que estaba buscando. Recuerdo que alguna vez me lo recitaste de memoria hace buen tiempo.
Otro libro tuyo me llama la atención y lo hojeo. Me divierte lo que dice. Te pregunto si me lo puedes prestar, es mala idea prestar libros me dices. Pero soy yo replico, yo si te lo voy a devolver.
Me lo prestas con dudas. No te preocupes, te lo voy a devolver recalco (aún no te lo he devuelto, pero es que aún no lo he terminado).
Es tarde y mañana hay que trabajar te digo. Enciendes un cigarrillo, lo fumas despacio.
Terminas. Cojo mis cosas con pesadez y lentitud, no quiero pero me tengo que ir.
Te abrazo con fuerza y te beso muchas veces como siempre lo hago al despedirnos, sonríes y me dices hablamos mañana al despedirte. Enciendo el auto, entre soñoliento y sonriente. Espero con ansias el mañana para volver a verte.

martes, 7 de febrero de 2012

El Negro Jefe

Hace algunos meses en una feria de libros, me encontré con un ejemplar de "Arqueros, ilusionistas y goleadores" de Osvaldo Soriano.
Soy un apasionado del fútbol y me llamó inmediatamente la atención. Cogí el libro y lo comencé a hojear.
Lo compré inmediatamente pues contiene una entrevista con uno de mis mayores ídolos futbolísticos: El Negro Jefe, Obdulio Varela.
Mucho se ha escrito ya sobre él y no pretendo esconder la pelota debajo del pasto, como reza una popular metáfora rioplatense.
Como máxima de vida tengo presentes sus palabras: "No miren para arriba. Nunca miren a la tribuna; el partido se juega abajo."
No me queda claro si también dijo "los de afuera son de palo", pero si no lo dijo, lo debe haber pensado para actuar como lo hizo después del gol de Friaca.
Desde que comenzamos a tomar decisiones, tenemos una tribuna que nos dice qué es lo que debemos o no debemos hacer, qué acción es correcta o incorrecta.
Tenemos a muchos espectadores a nuestro alrededor, no serán los 200 mil que había en el Maracaná pero pueden presionar mucho.
Cuando me siento presionado por mi entorno, recuerdo estas palabras "(...) yo había jugado un millón de partidos en todas partes, en canchas sin tejido, sin alambrado, a merced del público, y siempre había salido sanito. ¡Cómo me iba a achicar ese día en el Maracaná, que tenía todas las seguridades!".
Cuando me dijiste aquella vez, ya pues Obdulio, entendí que debo afrontar la vida con la misma fuerza y entereza con las que afronto los partidos de cada semana.

sábado, 7 de enero de 2012

El fin de la historia

No me refiero al libro de Francis Fukuyama con este título. Sino a nuestra historia juntos.

Esta será la última vez que escriba sobre ti, ya no me puedo tomar esas atribuciones contigo y no quiero incomodarte si alguna vez llegas a leer esto.
Una de las últimas veces que discutimos fue por algo que había escrito. No te gustó para nada y me dijiste que por eso preferías no leer las cosas que escribo.

Me quedó mucho por decirte, quizás tenías cosas para decirme pero en cualquier caso, ya no habrá oportunidad de hacerlo.
Quedaron sin realizarse algunas cosas que quería hacer contigo: el otro blog, los conciertos, los libros, las canciones. La canción que siempre quise escuchar junto a ti la escucharé sin ti a mi lado.
Creo que ambos hicimos lo que teníamos y cumplimos a cabalidad nuestros roles definidos al inicio.
Jugamos nuestras cartas hasta que ya no quedaron cartas por jugar.

Quisiera pero no podemos ser amigos, lo siento, pero no puedo ser tu amigo.
No puedo actuar como si no me importaras, puedo ser hipócrita pero no lo puedo ser contigo.
Alguna vez compartí contigo esta frase, que hoy como entonces, creo que es muy cierta.
"La amistad puede convertirse en amor. El amor en amistad... Nunca." (Albert Camus)

Te extraño, aún te extraño mucho.
Te quiero, aún te quiero mucho.
Sin embargo, todo pasa, eso es seguro.